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Mostrando entradas de noviembre, 2020

La mirada

Me miro en el espejo del baño sin las gafas y me veo pero no del todo. Me miro sin las gafas porque me he lavado la cara y me estoy poniendo contorno de ojos, o porque me estoy peinando y para eso no necesito ver mucho porque mi indómito pelo se queda como le da la gana con o sin gafas. Me miro en el espejo de mi cuarto sin las gafas y me veo lo suficiente para saber si esos pendientes me quedan bien o no con ese vestido. Me miro en cualquier espejo de casa sin las gafas y me gusto y me reconozco. Pero luego, en la calle, con las gafas puestas y mucha luz (cruel), de repente me veo bien y me pego un susto. ¿Soy yo esa señora que viene hacia mí desde el fondo de la tienda? ¿Soy yo esa mujer algo cargada de espaldas que me recuerda mucho no a mi madre sino a su amiga Paquita Bueno, que era una mujerona, no como yo, pero que se fue cargando de espaldas exactamente así? ¿Dónde estoy yo, dónde he ido a parar, en quién me estoy convirtiendo? Cuando hablo con alguien más joven me pregunto qué

Atentado

24 de agosto de 2017 Nos alejamos con la misma velocidad de los días trágicos que de los felices. El tiempo no se detiene. Ya hace una semana que dejé de escribir bruscamente porque me llamó Concha. Acababa de pasar lo de Barcelona. ¡Una semana ya! ¿Cómo puede ser? Y un día pasa después de otro y luego otro. No hay forma de parar. Parar para coger aliento, para llorar, para quedarnos en esa pena recién sentida, para honrar a los muertos, para no dejarlos atrás tan pronto, tan deprisa, como si fueran parte del paisaje que se ve desde la ventanilla del tren. Tan solos.