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Mostrando entradas de agosto, 2020

Aquella mañana

Patio de Plus Ultra / Manolo López Carrillo Aquella mañana, la última, mi padre se levantó temprano como de costumbre. Le gustaba la casa a esas horas. Era enero así que a las siete aún era de noche, pero algo del amanecer se empezaba a insinuar en el aire. Se puso el chándal y salió al patio. Hacía frío. Le pereció que hacía más frío que otros días, y pensó que seguramente era él, que tenía un poco de mal cuerpo. El recuerdo de la noche se le acercó a la conciencia como una alimaña al campamento, pero no lo dejó entrar. Empezó con su rutina de ejercicios sin forzarse pero decidido a hacerla entera, como cada día, como siempre. Ese era el plan. Toda mi vida oí a mi padre pontificar sobre las bondades de hacer ejercicio en casa. Era la forma de asegurarte que siempre lo podrías hacer. Si dependías de otros o de un gimnasio o de lo que fuera, podría no estar a tu alcance en muchas ocasiones, pero una tablita en casa era algo que estaba siempre a mano, incluso de viaje. Trotó un rato por

PALPANDO LA OSCURIDAD. A propósito de El Golem, de Gustav Meyrink

  Cuando me entran muchas ganas de escapar de mi vida cotidiana, ese anhelo oleaginoso de hundirme en lo oscuro y encerrado que intuyo tras la cartesiana realidad, y quiero envolverme el corazón con el cerebro y viceversa, y hacer una travesía al otro lado de mí misma con un candil proyectando sombras en las paredes de los pasadizos secretos de mi inconsciente...., entonces, irremediablemente, releo, recaigo en El Golem. Recaigo en él y dentro de él; me aferro con las dos manos a su tapa negra como a esa piedra que parece un pedazo de grasa, en un último instante de vértigo aterrador antes de resbalar y caer, y mientras caigo trato de mirar por la ventana de la habitación que no tiene puertas, donde habita ese mojón oscuro, ese puñado de ropas viejas que adoptan en la penumbra la apariencia de un hombre. Y cuando creo despertar de lo que parece un sueño, me hallo deambulando por el intrincado barrio judío de Praga y respiro el aire agobiante de sus callejas sin luz. Ahora soy un hombre