Me miro en el espejo del baño sin las gafas y me veo pero no del todo. Me miro sin las gafas porque me he lavado la cara y me estoy poniendo contorno de ojos, o porque me estoy peinando y para eso no necesito ver mucho porque mi indómito pelo se queda como le da la gana con o sin gafas. Me miro en el espejo de mi cuarto sin las gafas y me veo lo suficiente para saber si esos pendientes me quedan bien o no con ese vestido. Me miro en cualquier espejo de casa sin las gafas y me gusto y me reconozco. Pero luego, en la calle, con las gafas puestas y mucha luz (cruel), de repente me veo bien y me pego un susto. ¿Soy yo esa señora que viene hacia mí desde el fondo de la tienda? ¿Soy yo esa mujer algo cargada de espaldas que me recuerda mucho no a mi madre sino a su amiga Paquita Bueno, que era una mujerona, no como yo, pero que se fue cargando de espaldas exactamente así? ¿Dónde estoy yo, dónde he ido a parar, en quién me estoy convirtiendo? Cuando hablo con alguien más joven me pregunto qué...
Si una entrega su vida a la creatividad, renuncia para siempre a la posibilidad de ser una buena chica. (Erica Jong, "Miedo a los cincuenta")