Ir al contenido principal

Remando remando

Roland Arhelger, https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0

Hoy, de repente, he empezado a llorar. Ha sido como si se desbordara el lloro, como cuando se sale la leche. Ya no aguantaba más. Y he pensado, ¡Cuánto tiempo sin atreverme a llorar a solas!, sin llorar así. A veces voy por la calle con ese peso en el pecho como un cántaro lleno, deseando llegar a un refugio discreto donde poder volcarlo, pero llego a casa y la madre que hay en mí se adueña de la situación, y dice que lo más importante es poner al fuego el agua para la pasta y, mientras hierve, tiendo la lavadora que puse antes de irme al trabajo, y charlo alegre con mi hijo que ya no es un niño, y le doy instrucciones para que me ayude, y sólo un instante, durante la comida tal vez, pienso que al final no he llorado, que es importante muy importante llorar, pero que quizá más tarde.
No sé, no sé si es miedo. Antes, y fue una gran cosa que aprendí, era capaz de llorar, de prepararlo todo para llorar a gusto. Cuando sentía ese peso, esa puerta a duras penas cerrada en la garganta deseando abrirse, me preparaba una bañera bien caliente, ponía música, una música cargada de recuerdos, alguna cosa infalible, a veces velas, entraba lentamente en el agua, y cuando por fin se sumergían los pezones y el esternón y el agua llegaba a la base de la garganta, el llanto se desbordaba. Lloraba a moco y baba, a veces berreando, lloraba sin buscar motivo pero aprovechaba cualquiera que se me pasara por la cabeza (y descubría tantos motivos ocultos…, lloraba por tantas cosas que no sabía que me hacían llorar…). Pero ahora, no sé si serán los cincuenta, me he vuelto cobarde. Es otra vez como cuando era muy joven y no me atrevía a llorar porque pensaba que si empezaba ya no podría parar. Y hoy por fin he llorado sin ton ni son preparando un puré de verduras, y luego, abriendo el ordenador, y más tarde, haciendo yoga porque al mirar al techo he visto una mancha, una sombra, y me he acordado de aquellas manchas en el techo de nuestro piso antiguo, el de Muntaner, que hizo Isidro con aquellos mocos verdes que venían en un tubo de plástico y que, no sé por qué, había que lanzar hacia arriba, y la gracia era que, como un ser magmático, se pegaban al techo y luego volvían a caer. Qué gracia más tonta, pero qué nostalgia más grande me ha entrado de aquellos años en que mi niño era un niño, y he llorado de añoranza y he dicho aquello de, ¡Dios mío, la vida se escapa!, y a la vez lloraba porque pensaba que he vivido tantas cosas…, lloraba de alegría de haber vivido aquello tan tonto y tan hermoso de morirnos de risa tirando aquella asquerosidad que no sé qué desaprensivo le había regalado. Y he pensado mientras lloraba que siempre hay momentos tan felices en medio de cualquier dolor. Me he acordado de que ahora, de vez en cuando, desde que vivo aquí, otra vez aquí, en este barrio de mi adolescencia y primera juventud, me vienen recuerdos como ráfagas de aire repentinas y me deslumbra la intensidad de lo vivido, la intensidad de la alegría y del placer de lo vivido en aquellos años de miedo paralizante, de debilidad, de dolor y desorientación. ¡Cómo no me daba cuenta! Y luego, todo lo vivido luego, siempre jalonado de miedo, siempre el dolor a punto, y ahora por fin lo entiendo, tantos años y ahora veo que TAMBIÉN era feliz. Una va remando, remando (como dice una miga) y no puede ocuparse de nada más. Sí, es eso, me veo así sobre todo en aquellos años de Isidro niño, como una madre india con un niño indio en una canoa, remando sola con todas mis fuerzas para huir de la cascada, para huir de los cocodrilos, para llegar a donde quiera que vamos, sin mirar a derecha ni a izquierda, …sin percibir pero percibiendo (ahora lo sé) la belleza del río, la luz destellando sobre el agua, los olores deliciosos volándome por la cara como mariposas, el vigor de mis brazos relucientes bajo el sol, mi niño riendo cerca, con su corazón tan cerca del mío. No lo sabía pero también era tan feliz. Y ahora lloro porque por fin me doy cuento de todo eso. Y también (al llorar lo veo) porque tengo miedo ¿Será que he dejado de remar porque Isidro ya es mayor? ¿Será que por eso no me atrevo a llorar, porque no sé qué va a pasar ahora?