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Mostrando entradas de 2021

Aquel día en Granada. Tragicomedia en tres actos

ACTO I  El día ya ha empezado raro.  Por lo visto había entrado en erupción un volcán de Islandia y una nube de cenizas andaba a la deriva por el cielo de las costas occidentales de Europa. Todos los vuelos, o casi, iban con retraso. Me he pegado en el aeropuerto cuatro horas. Tenía que haber llegado a Granada a las tres y he llegado a las siete.  Y con décimas.  Marzo, maldito marzo. Siempre estoy hecha una mierda en marzo. ¿Por qué dije que sí cuando me propusieron esta conferencia?; como era diciembre, pensé, ¡Qué bien, Granada!, y acepté sin acordarme de marzo. Han venido a recogerme un chico y una chica de la asociación de estudiantes que organiza las jornadas. Son un encanto pero les convenzo de que me dejen en el hotel, que ya nos veremos mañana en la facultad, que me gusta mucho pasearme sola por las ciudades, que no hace falta que me cuiden. Aceptan y se van aliviados. Yo también. Me siento cada vez peor, qué lejos estoy de casa, quiero meterme en Mi cama, dormir, dejar que su

Malos tiempos para los rusos

¿Recordáis lo que leíais durante la adolescencia? ¿Tuvisteis como yo una pasión desaforada por la literatura rusa y los novelones del siglo XIX? Se dice que ahora las/os adolescentes no leen, que la lectura ya no tiene prestigio como vehículo de iniciación a la vida adulta. Desconozco los motivos, no soy socióloga, pero lo lamento porque en ninguna otra edad un@ es capaz de zambullirse sin filtros, sin criba, sin escrúpulos en lo que no entiende pero le embelesa. Yo me recuerdo con catorce, quince, dieciséis, diecisiete años completamente embebida, con tenacidad y desconcierto a partes iguales, en el mundo lleno de generales y príncipes tronados de El Jugador de Dostoievski, por ejemplo, en la triste trama de conveniencias sociales y amores imposibles de Humo de Turgueniev, o en la densa sensualidad de Algo flota sobre el agua de Lajos Zilahy, que no era ni ruso ni del siglo XIX pero que podría serlo, total para lo nada que tenían que ver conmigo aquellos personajes suyos entre pri

La vida eterna

La vida eterna era eso pero yo no lo sabía. Era mi vida de cada día, solo que hasta ahora no me había dado cuenta. Era cuando no pensaba que las cosas tendrían un final. Cuando no pensaba en el final de las cosas. De las cosas que me gustaban y de las que no. Mis cosas. Las de siempre, las de cada día, las de cada año: ir unos días de agosto a Melilla a casa de mi madre, volver a ser hija, despertar por las mañanas con el sol ya alto entrando por las rendijas de la persiana, oír las voces de Fati y mi madre desayunando en la cocina, la luz distinta del patio en los distintos momentos del día: la repetición. O contemplar con S, desde la terraza de la casa de La Torre, el vuelo veloz y como atolondrado de las golondrinas la primera tarde templada del verano que está llegando. Disfrutarlo con ese sentimiento de ya ha llegado aquello, ya estamos otra vez en junio. Vivir, sufrir, como si nada tuviera un final.  The Swallow. Autor Gilbert White (1879) Y de repente, ahora… sólo veo el final,

Abismos

https://i.pinimg.com/564x/2e/1c/a7/ 2e1ca7ec6d11b6fa064a0c5116a3c4b0.jpg Cuando el niño llegó, estaba triste. Ella salió a recibirle a la puerta, le abrazó y le habló con esforzado entusiasmo, pero él respondió con desgana y se escabulló por el pasillo, silencioso, absorto, y se sentó apático en el sofá con los ojos fijos en el televisor apagado.Dentro de ella una voz gritaba, No! No! No! pero la realidad estaba ahí, pertinaz. Ya hacía unos cuantos domingos alternos que el niño volvía de estar con su padre con esa desolación en la cara, no había forma de negarlo. El padre lo había dejado en el portal porque, Ya es mayorcito para poder subir solo los tres pisos de escaleras. Ella había saludado al padre por el interfono con una cordialidad impostada, sólo ansiaba ver la carita de su hijo con la suplicante esperanza de que aquello, fuera lo que fuera, que lo hacía tan desdichado cuando volvía de estar con su padre, hubiera desaparecido. Había salido al rellano para mirar por el hueco de

Remando remando

Roland Arhelger, https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0 Hoy, de repente, he empezado a llorar. Ha sido como si se desbordara el lloro, como cuando se sale la leche. Ya no aguantaba más. Y he pensado, ¡Cuánto tiempo sin atreverme a llorar a solas!, sin llorar así. A veces voy por la calle con ese peso en el pecho como un cántaro lleno, deseando llegar a un refugio discreto donde poder volcarlo, pero llego a casa y la madre que hay en mí se adueña de la situación, y dice que lo más importante es poner al fuego el agua para la pasta y, mientras hierve, tiendo la lavadora que puse antes de irme al trabajo, y charlo alegre con mi hijo que ya no es un niño, y le doy instrucciones para que me ayude, y sólo un instante, durante la comida tal vez, pienso que al final no he llorado, que es importante muy importante llorar, pero que quizá más tarde. No sé, no sé si es miedo. Antes, y fue una gran cosa que aprendí, era capaz de llorar, de prepararlo todo para llorar a gusto. Cuando sentía

Con los cinco sentidos

No le oyeron llegar. No oyeron el chirrido característico del ascensor en el rellano, ni la llave en la puerta, ni el golpe de la mochila contra el suelo de la entrada. Ya no se acordaban de escuchar hacia dentro de la casa después de tantos días de solo sus ruidos en el gran piso comunitario.  Estaban en el cuarto de Ana con la puerta cerrada y la ventana abierta. En el patio, el extractor de la sala de fiestas ya había empezado a funcionar; no se oía tan fuerte como al principio, unos meses atrás, cuando los vecinos se amotinaron, pero el zumbido monótono amortiguaba los sonidos del mundo y les aislaba tan eficazmente como el aire húmedo y caliente, que entraba a rachas por la ventana de par en par oliendo a tierra mojada, y la fina capa de sudor que los envolvía persistente desde hacía horas, ya se abrazaran asaltados por el deseo que llegaba de golpe, a rachas, como el viento de lluvia, o sólo charlaran y se rozaran levemente con los dedos, incapaces de dejar la piel totalmente fue